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Iris Risch Menasanch

En una pista de cemento del Raval (Barcelona) se juega un partido silencioso. Solo de vez en cuando se escuchan risas y el sonido de dos jugadores que entrechocan las manos y aplauden cuando algo les sale bien. Aparte de eso, poco más. “Quizás es porque son tímidos. Es algo que observo en muchas personas migrantes, que están en un contexto totalmente nuevo”. Es la observación de Vincent van Grondelle, cofundador y coordinador voluntario de Iguality, una ONG dedicada a la salud mental y la integración de personas marginalizadas.

Iguality trabaja con personas migrantes, LGTBQ+ y otros grupos vulnerables. Les ofrece programas de salud mental y las pone en contacto con otras en situaciones más estables. El objetivo es juntar a personas, y así contribuir a la mejora de su estado mental. Las actividades deportivas son pilares del proyecto, pues los fundadores defienden que el ejercicio físico afecta positivamente al cerebro, y además, crea comunidad. “Cuando haces deporte, es un momento en el que no tienes problemas. Si juegas un partido de una hora, es una hora en la cual se te olvida todo”, explica Carlos, voluntario y encargado de las actividades de fútbol en Iguality. Por eso, cada martes se juega un partido de fútbol.

“Que la pista sea gratis es importante para que sea accesible a cualquier persona”

Cuando empezaron a organizar estos partidos en septiembre de 2022, no encontraron ningún terreno de juego abierto y tuvieron que alquilar una pista en el barrio de Poblenou a 58 euros la hora. La mitad de los gastos los asumía la ONG, y la otra mitad se pagaba con contribuciones voluntarias de los participantes. De los que se lo podían permitir. “Eso no podía ser”, pensó Carlos, y buscó hasta encontrar una pista gratuita. “Que la pista sea gratis es importante, porque la idea es que esto sea accesible a cualquier persona sin ningún tipo de impedimento, sobre todo económico”.

Carlos organiza la actividad de fútbol semanal y siempre juega él también, mientras gestiona a todos los jugadores/as que se incorporan cada semana. | Imagen de Iguality

Se trata de la pista de la escuela Collaso i Gil, a poca distancia de la parada de metro de Paral·lel, en el barrio del Raval. La gestiona la Asociación Deportiva de Ciutat Vella, una asociación pública que administra varios espacios de la zona y los pone a disposición de escuelas, clubes y entidades sociales. Carlos no buscaba deliberadamente un terreno por ese barrio, pero fue como si el Raval los hubiera estado esperando.

La Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona (FAVB) alertó en 2021 de que la pobreza, la inseguridad y la delincuencia en el barrio barcelonés han causado un aumento de los problemas de salud mental de sus habitantes. Según esta federación, gran parte de los vecinos del Raval se encuentran en riesgo de exclusión, son personas en paro o con rentas muy bajas, y el índice de soledad es importante.

Hoy hay cinco hombres y dos mujeres en la pista. Entre ellos hablan inglés o castellano. Casi todos son extranjeros, y van vestidos cada uno con su ropa deportiva. Tres niños del barrio se les han sumado de manera improvisada. Uno de ellos es el que más grita, pide que le pasen la pelota y se queja cuando algo no sale bien. Se nota que algunos jugadores llevan más tiempo jugando al fútbol, y otros menos.

Cuando puede, Vincent intenta unirse a Carlos para apoyarlo en la organización de los partidos, y juntos planifican y realizan la actividad semanal. | Imagen de Iguality

A los partidos de Iguality se presenta todo tipo de personas. Algunas trabajan en Barcelona y no tienen problemas económicos, mientras que otras se encuentran en situaciones opuestas. “Algunos no tienen trabajo, acaban de llegar y están pasando por momentos de mucha incertidumbre. La idea es tener un espacio para todos”, explica Carlos.

Mercedes (Argentina) y Diana (Colombia) son una pareja que se conoció jugando al fútbol en China y llegó a Barcelona hace un mes. Ambas están de acuerdo en que, efectivamente, los partidos de Iguality son un espacio para todos. Para ellas, jugar al fútbol siendo mujeres nunca fue la norma, pero este deporte las ha acompañado durante toda su vida. “Empezamos con el fútbol en la calle, siempre sobre cemento. En mi caso, el fútbol está muy ligado a Argentina y a la niñez”, recuerda Mercedes, que lleva una camiseta del 8M y unos zapatos de fútbol sala con el nombre de Messi impreso. Diana cuenta que de pequeña cambiaba mucho de ciudad, y cada vez que se mudaba el fútbol era la manera de socializar e integrarse en la comunidad donde estuviera. En estos encuentros en el Raval se sienten cómodas, también con los hombres. Con una sonrisa explican que aprecian que el juego sea tan amigable y que se ponga a disposición un espacio para poder practicar regularmente y de manera gratuita.

Si no hay suficientes jugadores/as inscritos a través de Meetup.com y Eventbrite, algunos niños del Raval se suelen unir a los partidos semanales. | Imagen de Iguality

Pese a que todavía no hay un grupo grande de participantes fijos en estos partidos, unos pocos jugadores acuden cada semana. Vincent explica que suele tratarse de personas pertenecientes a los grupos más vulnerables o que se sienten más solas en Barcelona. Muchos son inmigrantes. “Significa que para ellos este es un lugar seguro, donde pueden conectar con la gente. Cuando juegas al fútbol, la gente a tu alrededor son compañeros”, afirma. Según él, el impacto más claro de esta iniciativa han sido las amistades que se han formado. A los pacientes de terapia de Iguality que se sienten solos se les recomienda que se apunten a las actividades deportivas, a fin de que lleguen a desarrollar un sentimiento de pertenencia a una comunidad que les apoya.

“Parece una tontería, pero los dorsales supusieron un gran cambio”.

Justo antes del partido, después de que los jugadores se presenten, Carlos reparte unos petos grises y otros verdes: un signo visible de pertenencia a un grupo, cuyos miembros tienen un objetivo común y se ayudan. Vincent explica que los han comprado hace poco con donaciones individuales, ya que la ONG aún no dispone de fondos suficientes para este tipo de accesorios. “Parece una tontería, pero los petos fueron un gran cambio”.

Mientras observa el partido desde el borde de la pista, Vincent mira el proyecto que ha creado con orgullo, pero también con inquietud: aún le queda mucho trabajo por hacer. El mayor reto es conseguir suficientes jugadores, que vengan cada semana y que les encante el fútbol y la comunidad. Esto también ayudaría a que los nuevos se sintieran más a gusto. Otro obstáculo es el dinero. Los petos son un principio, pero necesitan la colaboración de alguna empresa para financiar cosas tan básicas como botellas de agua. “Además, queremos poder pagar un campo de césped”, manifiesta el coordinador. “El cemento hace que el juego sea más duro, y puede haber lesiones. Además, el césped es mejor para quienes no han jugado nunca”. Todos los colaboradores de Iguality, también Vincent y Carlos, son voluntarios. En un futuro esperan poder contratar a algunos de ellos.

Como coordinador, Vincent supervisa todo el trabajo del Iguality y busca financiación continuamente, tanto para las actividades deportivas como para el programa de salud mental del Iguality. | Imagen de Iguality

Las mujeres y los hombres del partido de hoy hablan todos inglés o castellano, pero dada la gran cantidad de inmigrantes que participan, esto no siempre es así. Carlos recuerda a un chico africano que ya no viene porque el horario de los partidos coincide con las clases de castellano que ha empezado recientemente. Como muchos otros jugadores que han pasado por Iguality, llegó a España en patera desde una aldea en África. No sabía leer ni escribir.

A pesar de todas las diferencias, había una manera de entenderse: “Hablábamos el idioma del fútbol”.

Carlos describe que estos hombres, o en muchos casos chicos, no ven cómo empezar en esta sociedad, y cualquier actividad suma. “Venía de un mundo totalmente diferente. Jugar al fútbol puede ser un inicio, aprendes a decir ‘hola’ y a quedar en un sitio a una determinada hora. El tiempo lo conciben de manera diferente, pero si vas a tener cualquier trabajo aquí necesitas saber estar en un lugar a una hora”. El chico hablaba el idioma de su pueblo, y el traductor de Google no servía. Pese a todas las diferencias, había una manera de entenderse: “Hablábamos el idioma del fútbol”.

Esta publicación está escrita por Iris Risch Menasanch

Iris es estudiante de periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona y escribió un artículo sobre nuestro fútbol callejero semanal.