
9 de octubre de 2024
En toda Europa, el estado del bienestar se enfrenta a una lenta erosión. Los debates políticos se centran en los presupuestos militares, la migración y los recortes del gasto público, mientras que las realidades cotidianas —la precariedad habitacional, el agotamiento, la soledad y el sufrimiento mental— permanecen al margen. Pero ahora más que nunca, necesitamos recuperar y defender un estado del bienestar que satisfaga las necesidades reales de nuestras sociedades. Y eso significa priorizar la salud mental.
El estado del bienestar no es una reliquia del pasado. Es uno de los logros más importantes de Europa. Pero para seguir siendo relevante y justo, debe evolucionar, lo que implica reconocer que la salud mental es tan vital como la salud física, la educación o la seguridad económica.
Tradicionalmente, el estado del bienestar se ha centrado en pilares como la sanidad, la educación, las pensiones y el empleo. Pero en el siglo XXI, sabemos que el bienestar no puede reducirse a indicadores económicos ni a camas de hospital. Los problemas de salud mental, desde la ansiedad y la depresión hasta los traumas y el agotamiento, se encuentran actualmente entre las principales causas de discapacidad y exclusión en toda Europa (Organización Mundial de la Salud, 2022).
Sin acceso a atención de salud mental, las personas tienen dificultades para continuar sus estudios, conservar su trabajo, cuidar de los demás o integrarse en la sociedad. La salud mental no es un asunto personal, sino una preocupación colectiva, condicionada por la pobreza, la discriminación, la inseguridad habitacional, la situación migratoria y el aislamiento social (OCDE, 2019).
Un estado de bienestar que no incluya un apoyo de salud mental universal, accesible y culturalmente competente es incompleto y, en última instancia, insostenible (Plan de Acción Europeo de Salud Mental, 2020).
1. La prevención es más inteligente que la gestión de crisis
Cuando las personas pueden acceder a apoyo de salud mental de forma temprana, ya sea a través de servicios públicos, centros comunitarios o escuelas, las sociedades ahorran enormes costos posteriores: hospitalizaciones, desempleo de larga duración, falta de vivienda y encarcelamiento (Comisión Lancet sobre Salud Mental Global, 2018). La prevención no solo es más humana, sino también más eficiente.
2. La salud mental y la desigualdad están profundamente conectadas
La desigualdad agrava los problemas de salud mental, y la falta de tratamiento agudiza la desigualdad. Un estado de bienestar eficaz no solo ofrece terapia, sino que también aborda las causas estructurales del sufrimiento: la pobreza, el racismo, la violencia de género, la inestabilidad habitacional y la exclusión (Red Europea de Política Social, 2021). Al invertir en salud mental, invertimos en cohesión social, equidad y participación democrática (OCDE, 2020).
3. La salud mental es esencial para la resiliencia
Los estados de bienestar sólidos ayudan a las personas a recuperarse de los contratiempos: la pérdida del empleo, la migración, la enfermedad o los traumas personales. Pero esto solo funciona si priorizamos la salud mental. Garantizar el bienestar emocional es lo que permite a las personas adaptarse, conectar y participar plenamente en sus comunidades y economías (Observatorio Europeo de Sistemas de Salud, 2021).
Esto no es un llamado a la nostalgia. Es un llamado a reimaginar el estado del bienestar para que refleje las realidades de hoy y las necesidades del futuro. Debemos:
Una sociedad que ignora la salud mental es una sociedad que se fragmenta. Un estado de bienestar que la acoge se convierte en un espacio de reparación, conexión y posibilidad.
Un estado de bienestar sólido no solo trata los síntomas. Se pregunta qué tipo de vida es posible para todos y qué papel deben desempeñar las instituciones públicas para que esa vida sea más segura, justa y habitable.
La salud mental no es una agenda aparte. Es el hilo conductor de una sociedad sana. Si queremos un estado de bienestar que funcione, necesitamos uno que se preocupe profundamente, de forma estructural y sin excepciones.
Porque el verdadero bienestar nunca es individual. Es colectivo, y vale la pena protegerlo.
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