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El idioma del fútbol

Publicado el 1 de noviembre de 2023
En una pista de cemento del Raval de Barcelona se juega un partido silencioso. Sólo de vez en cuando se oyen risas y el sonido de dos jugadores dando palmas y aplaudiendo cuando algo sale bien. Aparte de eso, poco más. "Quizá sea porque son tímidos. Es algo que observo en muchos emigrantes, que se encuentran en un contexto totalmente nuevo". Esta es la observación de Vincent van Grondelle, cofundador y coordinador de voluntarios de Iguality, una ONG dedicada a la salud mental y la integración de personas marginadas.

Escrito por Iris Risch Menasanch

Iguality trabaja con inmigrantes, la comunidad LGBTIQ+ y otros grupos vulnerables. El equipo les ofrece programas de salud mental y les pone en contacto con otras personas en situaciones más estables. El objetivo es unir a las personas, contribuyendo así a mejorar su estado mental. Las actividades deportivas son pilares del proyecto, ya que los fundadores defienden que el ejercicio físico afecta positivamente al cerebro y, además, crea comunidad. "Cuando haces deporte, es un momento en el que no tienes problemas. Si juegas un partido de una hora, es una hora en la que te olvidas de todo", explica Carlos, voluntario encargado de las actividades futbolísticas en Iguality. Por eso todos los martes se juega un partido de fútbol.

Cuando empezaron a organizar estos partidos en septiembre de 2022, no encontraron ningún terreno de juego abierto y tuvieron que alquilar una pista en el barrio de Poblenou a 58 euros la hora. La mitad de los gastos los asumía la ONG, y la otra mitad se pagaba con contribuciones voluntarias de los participantes. De los que se lo podían permitir. “Eso no podía ser”, pensó Carlos, y buscó hasta encontrar una pista gratuita. “Que la pista sea gratis es importante, porque la idea es que esto sea accesible a cualquier persona sin ningún tipo de impedimento, sobre todo económico”.

Se trata del campo de fútbol del colegio Collaso i Gil, cerca de la parada de metro Paral-lel, en el barrio del Raval. Está gestionado por la Asociación Deportiva Ciutat Vella, una asociación pública que gestiona varios espacios de la zona y los pone a disposición de colegios, clubes y entidades sociales. Carlos no buscaba deliberadamente un campo en ese barrio, pero era como si el Raval les hubiera estado esperando. La Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) alertó en 2021 de que la pobreza, la inseguridad y la delincuencia en este barrio barcelonés han provocado un aumento de los problemas de salud mental entre sus habitantes. Según esta federación, gran parte de los vecinos del Raval están en riesgo de exclusión, están en paro o tienen ingresos muy bajos, y el índice de soledad es significativo.

Hoy hay cinco hombres y dos mujeres en la pista. Entre ellos hablan inglés o castellano. Casi todos son extranjeros, y van vestidos cada uno con su ropa deportiva. Tres niños del barrio se les han sumado de manera improvisada. Uno de ellos es el que más grita, pide que le pasen la pelota y se queja cuando algo no sale bien. Se nota que algunos jugadores llevan más tiempo jugando al fútbol, y otros menos.

A los partidos de Iguality se presenta todo tipo de personas. Algunas trabajan en Barcelona y no tienen problemas económicos, mientras que otras se encuentran en situaciones opuestas.“Algunos no tienen trabajo, acaban de llegar y están pasando por momentos de mucha incertidumbre. La idea es tener un espacio para todos”, explica Carlos.

Mercedes (Argentina) y Diana (Colombia) son una pareja que se conoció jugando al fútbol en China y llegó a Barcelona hace un mes. Ambas coinciden en que, efectivamente, los partidos de Iguality son un espacio para todas. Para ellas, jugar al fútbol siendo mujeres nunca fue lo habitual, pero este deporte las ha acompañado a lo largo de sus vidas. "Empezamos a jugar al fútbol en la calle, siempre sobre cemento. En mi caso, el fútbol está muy ligado a Argentina y a mi infancia", recuerda Mercedes, que lleva una camiseta del 8M y unas zapatillas de fútbol sala con el nombre de Messi impreso. Diana cuenta que cuando era pequeña cambiaba mucho de ciudad y, cada vez que se mudaba, el fútbol era la forma de socializar e integrarse en la comunidad en la que estaba. En estos encuentros en el Raval se sienten cómodas, también con los hombres. Con una sonrisa, explican que agradecen que el juego sea tan amistoso y que se habilite este espacio para practicarlo con regularidad y de forma gratuita.

Aunque todavía no hay un gran grupo fijo de participantes habituales en estos partidos, cada semana acuden unos cuantos. Vincent explica que suele tratarse de personas pertenecientes a los grupos más vulnerables o que se sienten más solos en Barcelona. Muchos son inmigrantes. "Para ellos es un lugar seguro, donde pueden conectar con la gente. Cuando juegas al fútbol, las personas que te rodean son compañeros de equipo", afirma. Según él, el impacto más claro de esta iniciativa han sido las amistades que se han formado. A los pacientes de terapia de Iguality que se sienten solos se les anima a unirse a las actividades deportivas para que puedan desarrollar un sentimiento de pertenencia a una comunidad solidaria.

Justo antes del partido, después de que los jugadores se presenten, Carlos reparte petos grises y verdes: un signo visible de pertenencia a un grupo, cuyos miembros tienen un objetivo común y se ayudan mutuamente. Vicente explica que los han comprado recientemente con donaciones particulares, ya que la ONG aún no dispone de fondos suficientes para tales accesorios. "Parece una tontería, pero los petos han supuesto un gran cambio".

Mientras observa el partido desde la barrera, Vincent contempla el proyecto que ha creado con orgullo, pero también con inquietud: aún le queda mucho trabajo por hacer. El mayor reto es conseguir suficientes jugadores, que vengan todas las semanas y que amen el fútbol y la comunidad. Esto también ayudaría a los recién llegados a sentirse como en casa. Otro obstáculo es el dinero. Los dorsales son un comienzo, pero necesitan la colaboración de algunas empresas para financiar cosas tan básicas como las botellas de agua. "También queremos poder pagar un campo de hierba", dice el coordinador. "El cemento hace el juego más duro, y puede haber lesiones. Además, la hierba es mejor para la gente que no ha jugado nunca". Todo el personal de Iguality, incluidos Vincent y Carlos, son voluntarios. En el futuro esperan poder contratar a algunos de ellos.

Las mujeres y los hombres del partido de hoy hablan todos inglés o español, pero dado el gran número de inmigrantes que participan, no siempre es así. Carlos recuerda a un chico africano que ya no viene porque el horario del partido coincide con las clases de español que ha empezado recientemente. Como muchos otros jugadores que han pasado por Iguality, llegó a España en barco desde un pueblo de África. No sabía leer ni escribir.

Carlos describe que estos hombres, o en muchos casos chicos, no ven cómo iniciarse en esta sociedad, y cualquier actividad suma. "Yo vengo de un mundo totalmente diferente. Jugar al fútbol puede ser un comienzo, aprendes a decir 'hola' y a quedar en algún sitio a una hora determinada. El tiempo se concibe de otra manera, pero si vas a tener algún trabajo aquí tienes que saber estar en algún sitio a una hora determinada". El chico hablaba el idioma de su ciudad natal, y el traductor de Google era inútil. A pesar de todas las diferencias, había una forma de entenderse: "Hablábamos el idioma del fútbol".

Más sobre la autora: Iris Risch Menasanch

Iris es estudiante de periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona y escribió un artículo sobre nuestro fútbol callejero semanal.

Sobre el Autor

Iris Risch Menasanch

Iris es estudiante de periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona y escribió un artículo sobre nuestro fútbol callejero semanal.

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